domingo, junio 26, 2005

Redes de asociaciones

El mundo asociativo es una realidad muy rica y compleja que requeriría mucho tiempo de estudio. Este comentario no pretende ser un análisis exhaustivo sino una humilde reflexión desde mi experiencia sobre el terreno.

Por un lado, vemos un estallido de asociaciones e iniciativas de gran riqueza y variedad. Las estadísticas hablan de más de 250 000 entidades registradas en España. Su gran diversidad ha dado lugar a que se hable de un rico tejido asociativo.

Pero, si profundizamos un poco más en esta realidad, veremos que, más que un tejido, hay una gran colección de hilos diferentes. Este gran potencial está disperso, disgregado y poco conectado. Algunos estudios revelan que las asociaciones se relacionan poco entre si. Se da una estrecha relación entre la administración y las entidades, pero muy escasa entre ellas. No existe una verdadera red. Falta una cultura cooperativa y solidaria dentro del mundo asociativo.

Por un lado, cada entidad tiene su historia y su carácter propio, que debe valorarse como único y original. Por otro lado, esta falta de interrelación y hasta incluso de oposición o rivalidad empequeñece tremendamente el enorme potencial de las entidades. Si la unión hace la fuerza, la suma de tantas iniciativas multiplicaría las posibilidades de la sociedad civil. Los estudios demuestran que si todas las ONG del mundo se unieran, formarían la octava potencia mundial.

¿Cómo fomentar una cultura de trabajo en red? Por un lado, es necesario que las entidades cambien de mentalidad y se abran a formas de hacer más cooperativas. Las entidades necesitamos audacia para cambiar y buscar métodos innovadores para mejorar nuestra acción social. También hemos de comprender que trabajar en red significa dedicar un tiempo y unos recursos y que, aunque los resultados no sean tangibles a corto plazo, vale la pena hacerlo. Trabajar con otros e intercambiar experiencias amplía los horizontes y nos refuerza ante la administración y la sociedad. Uno de los mayores obstáculos que tenemos las asociaciones es la falta de tiempo y de personas liberadas. Deberemos buscar ese tiempo y esas personas, incluso priorizando el trabajo en red por encima de la vorágine del día a día. Hemos de creer que esto es positivo y beneficioso, no sólo para las entidades, sino para aumentar nuestra eficiencia y mejorar el cumplimiento de nuestra misión.

Por parte de la administración también se puede facilitar que el mundo asociativo trabaje en red. De hecho, muchos ayuntamientos ya están impulsando diversos consejos de entidades a fin que éstas puedan conocerse, relacionarse y trabajar conjuntamente por la ciudad. Otras administraciones están promoviendo plataformas de ámbito autonómico, nacional e incluso internacional. Hay una tendencia de los gobiernos a favorecer la creación de redes y a priorizar estas agrupaciones como interlocutores.

Pero creo que las administraciones aún deberían facilitar más medios para las entidades se vinculen entre sí. No basta la creación de consejos o plataformas más o menos oficiales, que siempre pueden convertirse en instrumentos solapados de control. Muchas entidades, dados el espacio y ocasión favorables, se relacionan espontáneamente entre sí, y crean alianzas por afinidad, por coincidencia de fines, por proximidad o por libre voluntad. Estas alianzas suelen ser las más ricas y duraderas, puesto que nacen de la libertad y de un hecho común que une a las entidades más allá de la coyuntura política del momento.

Una idea práctica, que en algunos lugares da buen resultado, es la creación de un hotel de entidades. Muchas asociaciones carecen del espacio adecuado y de recursos para desarrollar sus actividades o para mantener una sede. Un hotel de entidades ofrece despachos, nuevas tecnologías, salas polivalentes, aulas, espacios de encuentro... Estos lugares favorecen la relación personal y la amistad entre entidades y sus miembros. Cada ciudad con un cierto número de asociaciones se merece al menos un hotel de entidades, e incluso más de uno, pues hay zonas o barrios con una gran vida asociativa.

Si el gobierno desea promover políticas de participación ciudadana y de voluntariado, deberá facilitar espacios adecuados. De la misma manera que el urbanismo puede cambiar la fisonomía de un barrio y afectar positivamente la calidad de vida de los vecinos, un espacio común puede dar alas al tejido asociativo de la ciudad. Y este tejido, una vez esté bien trabado, puede contribuir a generar una sociedad mucho más cívica y solidaria, con valores humanos.

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