domingo, octubre 09, 2005

El silencio de los ancianos

Hallar sentido en el silencio

La capacidad del hombre de admirar la vida y crear distancia en todo cuanto le rodea es el paso cualitativo de su adultez humana. El silencio contemplativo es una premisa necesaria para interiorizar las experiencias del ser humano ante la vida.

Este silencio es una nueva forma de comunicación con los demás, con la naturaleza y con el Ser Infinito. Nos enseña a dar la justa dimensión a las cosas, a vivir la vida desde una perspectiva madura. Nos ayuda a dar un sentido pleno a nuestra realidad. Cuando el anciano, en su larga y azarosa vida, ha llegado a asumir el silencio como un aspecto enriquecedor, alcanza la plenitud de su madurez, tanto psíquica como moral y espiritual. Ese silencio es un gran tesoro que vive con gozo, fuente de gran riqueza: es un caudal abundante de agua contenida en el depósito de su existencia, vivida con profunda intensidad.

Alcanzar la madurez humana

La ancianidad es una etapa de la vida en la que tenemos la oportunidad de cultivar el silencio como realidad plena. Desde esta experiencia, el anciano se da cuenta de que está en una nueva etapa creadora y libre, aceptando y asumiendo su realidad tal como es, es decir: que nace y muere. Acepta con gozo su limitación y, como consecuencia, es consciente de la grandeza del existir, de tal manera que sólo aceptando la muerte es capaz de entender la alegría de vivir.

Vivir su existencia con realismo le da una gran paz, llena de ilusión y de actividad, de voluntad de crear felicidad a su alrededor y de promover un espíritu de servicio a los demás. Este es el anciano armónico: el que aumenta progresivamente su dimensión contemplativa y reflexiva. Podríamos decir de los abuelos que, después de tantos años vividos en la escuela de la vida, llegan a doctorarse en silencio. Hemos de aprender a vivir como seres ancianos en potencia.

El anciano maduro es consciente de que el ser humano es creado desde el silencio del cosmos, desde el misterio de unas entrañas en las que palpita el amor... En definitiva, desde el silencio de Dios. Este silencio está empapado de afecto y de gozo, ya que dentro del corazón de Dios siempre hay fiesta. El silencio ayuda a entrar en la órbita del misterio. Regresar al misterio del silencio es retornar a las mismas entrañas de Dios. El silencio de Dios es música que palpita al ritmo de su amor. El abuelo ya comienza a oír, desde lejos, esta música plácida que compone la melodía de Dios.

Hemos de aprender del silencio contemplativo de los abuelos. Sólo desde este silencio una persona madura puede responder a las inquietudes de nuestro mundo, tan invadido por ruidos que inhiben su capacidad de discernimiento. La sociedad debe saber contemplar en su horizonte el alba suave del silencio que ayuda al reencuentro con uno mismo. Los ancianos son vencedores del tiempo y de la historia porque han sabido llegar a la franja del misterio y, ahora, desde su silencio, saben contemplarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joaquin,
entiendo desde donde postulas estas propuestas idealistas sobre los ancianos, pero las veo como una proposicion idealista que asume una situacion sin verificarla. La vejez tiene muchas facetas y creo que llegamos al silencio despues de negociar otros aspectos bien vitales: la seguridad, la compania o soledad, el reconocimiento de los otros....
Simone de Beauvoir, en 1970 escribio La Vejez, y ese es un buen mapa donde encontrarse...gracias