domingo, diciembre 25, 2005

El sentido de la Navidad

Celebramos una hermosísima fiesta. Celebramos el nacimiento del amor, de la ternura. Hablamos de nacimiento, y un nacimiento siempre evoca la vida. Empieza la vida de Dios en la tierra, entre los hombres. Lo trascendente se hace cercano, material, inmanente. Dios se hace cercano al hombre naciendo bebé, cálido y tierno. Nace algo nuevo que va a cambiar la vida de la humanidad.

Estamos hablando de la vida de Dios. Si el nacimiento de una vida normal produce una gran alegría después de un tiempo de espera y de expectación, durante nueve meses, ¿cómo no va a causarnos una enorme alegría que la vida de Dios entre a formar parte de la humanidad? Dios amor se hace presente en la historia para siempre.

En esta noche, que para los cristianos es la noche mas clara, Dios nace en la cueva de nuestro corazón. Este es el sentido último y trascendente de la Navidad. No sólo recordamos el momento histórico del nacimiento de Jesús de Nazaret, sino algo muy importante: Dios se hace hombre y vuelve a nacer en cada cristiano.

Volvámonos como los niños, miremos con inocencia. A veces los adultos estamos tan saturados, tan doloridos por la historia y los sufrimientos... Jesús, ya adulto, dice: Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos. ¡Qué importante es esta exhortación! Nos llama a renacer de nuevo, dejando rebrotar en nosotros la bondad y el amor de Dios. Esto es la Navidad: el nacimiento del amor de Dios dentro de cada uno de nosotros.

La grandeza de hacerse pequeño
Si Dios por amor se encarna, se hace humilde y pequeño, ¿no será la humildad lo único que puede mover al mundo? La prepotencia, el odio, el egoísmo y el poder están matando. Los cristianos de nuestro tiempo hemos de revolucionar nuestro mundo con amor, apeándonos del orgullo que nos aleja de los demás.¿Qué es lo que empieza una nueva historia? El volver a mirar las cosas de otra manera, con perdón, con reconciliación, con respeto al otro, con concordia... Esta es la carga teológica de la fiesta de la Navidad.

Si queremos imitar a Dios, no hemos de pretender ser grandes como los personajes célebres de la historia, sino pequeños, humildes, sencillos. Aquí está la gran revolución. No son las armas, ni el poder, ni la violencia, ni la riqueza lo que cambiará el mundo, sino todo lo contrario: la humildad, la sencillez y la alegría.

La alegría es la clave
La alegría es la gran clave. Esta es la gran revolución de nuestro mundo. Creamos en el amor. Sacudamos nuestra vida, tantas veces apática. Dios ha nacido y nosotros estamos llamados a renacer a la vida de Dios.

La Navidad es una invitación a revivir la humildad de Belén. Como los pastores, hoy recibimos la gran noticia de un Dios que es amor y se hace niño para iluminar nuestras vidas y tornar nuestro sufrimiento en profunda alegría.

Dios puede cambiar nuestra vida. Nuestro corazón necesita purificarse, crecer, trascender. Nos hará más cálidos, más santos, educados, atentos, delicados con los demás. Si el Hijo de Dios tuvo la potestad y la fuerza para cambiar la historia, ¡cómo no va a transformar nuestra pequeña historia personal, nuestra sencilla vida! El hará de nuestra existencia un canto constante de profunda gratitud. Esta noche, como los pastores, hemos de cantar con gozo. También nosotros somos receptores, no de una noticia de hace 2000 años, sino de un acontecimiento que se hace real hoy.

Dios se hace persona
En la Navidad celebramos que Dios se hace persona. Todos tenemos una semilla de Dios en nuestro corazón. Nuestro ser está empapado de Dios.

Dejemos surgir todo el torrente de bondad que tenemos en nuestro interior. Apartemos todo aquello que nos aleje de los demás, recelos, envidias, egoísmos, todo lo que nos lanza a la oscuridad del sin sentido. Seamos capaces de instalarnos en la caridad y en el amor. Entonces vendrá a nosotros una enorme alegría inagotable, incluso en medio de los sufrimientos más grandes. Dios vive en nosotros.

domingo, diciembre 04, 2005

Leyes y religión

Frivolizar la ley

Ante la agitada crispación del escenario político, uno se pregunta: en la carrera hacia el poder, ¿vale todo? Los políticos, ansiosos por ganar, utilizan todas sus armas para llegar al poder y mantenerse en él al precio que sea. Desde un punto de vista sociológico comienza a ser grave la fragmentación social que esto produce. Las discusiones estériles pueden llegar a provocar una inestabilidad en los diferentes sectores sociales, desorientándolos por falta de un discurso intelectual coherente.

Sociólogos e historiadores manifiestan con sorpresa la hiperactividad en la actividad legisladora de los políticos. Muchos nos preguntamos: ¿qué está ocurriendo? ¿No están los políticos frivolizando, jugando a hacer leyes, como un niño juega a hacer castillos de arena en la playa? ¿Han descubierto un nuevo filón para mantenerse en el poder? ¿Se trata de legislar por legislar? ¿Tan baja autoestima tiene la sociedad que necesita normativizarlo todo? ¿O es que no creen en la capacidad madura y adulta de la sociedad de autorregularse a partir de valores éticos? ¿Tienen miedo los políticos a la sociedad civil estructurada, a la libertad de sus ciudadanos, a sus creencias religiosas?

No se puede legislar como aquel que juega un partido de fútbol. Caer en la ambigüedad de la ley y utilizarla en función de unos intereses es matar la libertad, que tanto predican. Utilizar el talismán de la libertad al servicio de una retórica vacía es un sin sentido para mantenerse en el poder y engañar al ciudadano. El mal uso del concepto libertad pone al descubierto la mediocridad de la clase política y la palpable embriaguez que se deduce de sus acciones. La sociedad no es un parvulario ni los ciudadanos párvulos que necesitan nuevos mandamientos para ser dirigidos. La sociedad está formada por personas libres y responsables. Las palabras democracia y libertad son las más utilizadas, pero también las más manchadas. Percibo en la clase política un grave problema de identidad psicológica que le impide gobernar correctamente.

Política y religión

Quitar la religión de las escuelas, ¿es buena idea? ¿No están convirtiendo en una religión la política, cuando tanto la critican? Por lo que estamos viendo, la clase política se enfrenta a una parte de la sociedad que piensa y que tiene una sólida formación religiosa con un discurso filosófico bien estructurado.

Ellos van de nuevos Mesías. Querer quitar la religión es una equivocación que revela la tremenda inseguridad de los políticos y su enorme desconocimiento filosófico y científico del hecho religioso. Arrancar la religiosidad de la estructura esencial del hombre muestra una gran ignorancia antropológica y una falta de rigurosidad histórica y científica. El fenómeno religioso no se puede erradicar de las mismas entrañas del ser humano. La religión ha marcado la concepción de nuestra cultura occidental y los valores que la estructuran, y esto no se puede negar.