domingo, diciembre 10, 2006

Los jóvenes y el futuro de la democracia

Uno de los fenómenos sociales que está preocupando más en los últimos años es todo el conjunto de problemas que se dan entre la juventud. Los jóvenes siempre han sido un colectivo tachado de rebelde y conflictivo, no ahora, sino desde los albores de la historia. Un adolescente es una persona en fase de crecimiento y de maduración de su personalidad, y por este motivo su rebeldía y los ajustes, a menudo dramáticos, que deben producirse durante esa etapa de su vida no deben sorprendernos ni alarmarnos. Pero realidades como la violencia, la escalada geométrica de los trastornos psicológicos, la desestructuración familiar, el fracaso escolar y las adicciones a edades cada vez más tempranas requieren de una profunda reflexión que lleve a tomar medidas desde todas las instancias sociales.

He aquí algunas ideas y propuestas que podrían contribuir a mejorar estas situaciones

Educar afectivamente

Desde hace unas décadas se viene insistiendo en la importancia de la llamada educación emocional o de los sentimientos. Los agentes educativos de los jóvenes -comenzando por los padres, e incluyendo a los maestros y profesores- tienen un papel fundamental en la educación afectiva y sexual de los niños y adolescentes. Esta no puede darse sin un diálogo interpersonal, respetuoso y atento. Sobre estas premisas: diálogo y educación de los sentimientos y las relaciones, puede establecerse una armonía intergeneracional y favorecerse un crecimiento más sano y equilibrado de los jóvenes. No olvidemos que, previa a la escuela, esta educación se da fundamentalmente en la familia.

Explorar el potencial de cada cual

Otros dos aspectos muy interesantes a desarrollar en los niños son su potencial lúdico, a través del deporte y los juegos, así como sus capacidades artísticas, ya sea para la pintura, la música, la expresión corporal... Finalmente, una educación apoyada en una buena práctica, y en contacto con la realidad, permitirá que el niño se adentre en las ciencias y pueda comprender y formular, desde las experiencias concretas, un pensamiento abstracto.

La educación, como ya señalaron destacados pedagogos, debe fundamentarse en la realidad y en la experiencia. Esto puede desvelar en los niños el gusto por el estudio y por determinadas materias, y les puede permitir descubrir, con los años, su vocación y sus preferencias.

Educar en valores

La educación debe complementarse fomentando el sentido de la solidaridad y el amor. De este modo, el niño aprenderá a superar poco a poco sus tendencias individualistas y egocéntricas y estará preparado, en su día, para formar parte de una sociedad democrática y sentirse persona incluida y activa dentro de su comunidad, responsable ante sus conciudadanos.

La preservación de los estados democráticos requerirá una honda insistencia en la educación de los más jóvenes, para que éstos aprendan aquellos valores que han hecho posible consolidarlos y no sólo esto, sino que puedan, en su día, renovar la democracia e impedir que muera, anquilosada y enrarecida. Hoy día vemos cómo la desconfianza creciente de los ciudadanos hacia los políticos, la inseguridad, la corrupción y el desencanto amenazan con convertir las democracias en disfraces de una sutil dictadura de mayorías muy relativas, que sólo representan a una fracción muy concreta de la población. La falta de educación de las generaciones de futuros adultos puede agravar esta situación.

La historia, sin resentimientos

Una buena educación en valores y la comprensión justa e imparcial de la historia puede contribuir a fortalecer la democracia. En estos días, en que se habla tanto de la memoria histórica, conviene recordar que gracias a todo cuanto ha sucedido en el pasado, los presentes existimos y estamos aquí. Si la historia hubiera sido diferente, posiblemente la mayoría de cuantos vivimos ahora no existiríamos. Habrían nacido otros seres humanos sobre la tierra, pero nunca hubiéramos sido nosotros. En la enseñanza de la historia conviene no culpabilizar a los presentes de los errores del pasado, ni tampoco asumir culpas que no cometimos. No podemos recriminarnos nada de cuanto hicieron nuestros antecesores. Enseñar la historia sin resentimientos es clave para formar generaciones auténticamente democráticas y creativas. Liberados de culpa, podemos mirar hacia adelante y construir un presente y un futuro sobre una base de reconciliación. La historia debe alentarnos a no repetir los errores del pasado y, en cambio, animarnos a construir, humildemente, un mundo más aceptable que respete a todos los individuos y a todos los grupos sociales, con sus diversas formas de pensar, vivir y expresarse.

domingo, octubre 01, 2006

La voz de los niños

Tras el boom demográfico de los años 70 y el protagonismo adquirido por la infancia en las décadas posteriores, hoy los niños vuelven a ser un tema recurrente en los medios de comunicación y en las arenas políticas, por motivos diferentes. Por un lado, a las ricas sociedades occidentales les preocupa la baja natalidad de su población nativa y los estados procuran, con diversas medidas, incentivar a las familias para que engendren más hijos, a fin de asegurar el relevo generacional y la sostenibilidad económica del conjunto social.

Por otro lado, tristemente son cada vez más las noticias que nos llegan de otras realidades: las de la infancia marginada y maltratada, sometida a toda clase de vejaciones y abusos, no sólo en los países pobres, donde los menores son esclavizados y explotados, sino en nuestros países del "primer mundo", donde la violencia se extiende cada vez más en los hogares y en el ámbito escolar.

Las instituciones internacionales y muchas ONG están trabajando en diversos países para erradicar el abuso y la explotación infantil, así como para paliar la pobreza, que afecta con especial dureza a las mujeres y a los niños.

La huella de la infancia en el adulto

Por otra parte, desde la psicología se está viendo que la vida y las actitudes de los adultos están marcados por las experiencias pasadas de su infancia. Muchas personas no han superado traumas infantiles: esto les produce inestabilidad emocional o las hace ser ingenuas, inmaduras o poco aptas para afrontar los conflictos y las realidades cotidianas. Para muchas de ellas es difícil "tocar de pies a tierra". Todas estas fijaciones hacen ver la importancia de una adecuada educación de los niños que los ayude a crecer armónicamente para que sepan madurar y, a la vez, cuando sean adultos, sepan desarrollar todo su potencial y conserven en su corazón todo cuanto de bueno tenían ya desde su infancia.

Es un deber social ayudar a los niños a crecer y a arraigarse en este mundo, cultivando en ellos la solidaridad y la sensibilidad hacia las personas más débiles y necesitadas. Hemos de enseñarlos a ser libres, con lo que esto significa: hacerse responsables de sus actos. Hemos de potenciar su creatividad y ayudarlos a soñar sin que por ello huyan de la realidad.

Convivir y crecer con los niños

El testimonio de los adultos debe animarlos a ser fieles y respetuosos con sus amigos, agradecidos, serviciales, y también reflexivos. Los niños han de aprender a buscar espacios de soledad y silencio, cada cual a su manera, para irse reencontrando consigo mismos y abriéndose al misterio de lo trascendente.

Los adultos y los jóvenes hemos de ser los primeros juguetes, y los más tiernos, para los niños. Con nuestros juegos ellos aprenden a amar a aquellos que los aman y cuidan. Es así como ellos y nosotros aprenderemos mutuamente unos de otros y, juntos, podremos ajardinar un poco más el mundo.

Cada vez más los niños dejan de ser "los que no hablan" (pues este es el significado de la palabra infante en latín). Sus palabras aportan chispas de alegría y de creatividad a la sociedad. Ellos son impulso para los adultos y los ancianos, gozo y esperanza para una sociedad estresada, lanzada agresivamente a la competitividad. Los niños son banderas proyectadas hacia el futuro de una nueva sociedad que deberá escuchar su voz.

domingo, septiembre 03, 2006

Silencio libre y silencio impuesto

Dos clases de silencio

Existen silencios que son constructivos y edificantes para las personas; éstos llevan a vivir la vida desde una perspectiva de paz que impregna todo el ser.

Toda persona que tiene el silencio y la soledad como punto de partida difícilmente se equivocará en las decisiones que tome. Desde el silencio, de una manera armónica y equilibrada, la persona puede orientar su vida hacia una situación de plenitud y alegría existencial.

Pero existen también silencios impuestos y no deseados a los cuales, por circunstancias personales y sociales, uno se puede ver obligado y condenado. Estos silencios producen efectos negativos, pues no son asumidos con libertad y alegría. Cuando el silencio es fruto de un imperativo psicológico o social llega a resultar nocivo para la persona: en lugar de ser constructivo y edificante, produce desánimo, cansancio, tristeza, dolor e incluso desesperación. Ese silencio impuesto como restricción del derecho de expresión y de comunicación anula muchos valores humanos, éticos, estéticos, religiosos, hasta llegar, en casos extremos, a la anulación más elemental: la de la existencia.

Para quienes valoramos la existencia y la persona en si, y disfrutamos de un entorno adecuado que nos permite discernir y contemplar la vida, el silencio es una plataforma desde la cual se pueden ponderar, con objetividad y serenidad, las vicisitudes que atraviesan muchas personas que viven situaciones límite no deseadas.

Silencio y exclusión social

Hoy se habla mucho de la exclusión social como fenómeno sociológico. Desde las instancias públicas y privadas se desarrollan infinidad de proyectos para paliarla. Se habla de dar voz a los “sin voz”. Pese a todo, en ocasiones estos esfuerzos resultan ineficaces.

Ante las problemáticas de la pobreza y la marginación se hace mucha demagogia desde el punto de vista político, tanto desde ideologías de izquierdas como de derechas. Los políticos utilizan las situaciones sociales degradantes para reforzar sus idearios haciendo vanas promesas cuando, en realidad, están poco interesados en resolver estos problemas. Su intención es sacar partido de los buenos sentimientos de las personas, sin llegar a dar respuestas verdaderamente objetivas y eficientes.

Para encontrar posibles vías de solución de las realidades de dolor social es preciso interiorizar de manera consciente y responsable las causas y el trasfondo de la marginación desde el silencio. Tal vez resulte llamativo proponer hacer políticas sociales desde el silencio. Pero es desde una actitud reflexiva y desapasionada como se podrán dilucidar mejor y con mayor objetividad las posibles soluciones a ciertos problemas, dejando a un lado los intereses partidistas y buscando el bien real de las personas. Nuestra sociedad, como nuestros políticos, está falta de pensamiento, de meditación y de silencio. No deberíamos olvidar que han sido necesarios siglos de pensadores, activos en su silencio voluntario y laborioso, para que la humanidad alcanzase sus mayores logros.

El silencio obligado de nuestros pobres y de los que sufren nos interpela a transformar nuestro silencio libre y meditativo en una opción de justicia y solidaridad hacia ellos, sin caer en demagogias o en activismos estériles. Desde el silencio surgirán muchas más posibilidades de atisbar con lucidez perspectivas claras y reales de futuro.

domingo, julio 30, 2006

Retorno a la casa naturaleza

Vencer las desconfianzas

En esta época veraniega muchos somos los que buscamos lugares de paz y silencio, en plena naturaleza, para pasar unos días de descanso antes de reemprender nuestras ocupaciones ordinarias. Es un tiempo que invita reflexionar sobre la dualidad campo-ciudad, que ha marcado una fuerte impronta en los últimos siglos de nuestra historia.

Muy a menudo se nos han presentado el campo y la ciudad como dos realidades contrapuestas, cuando ambas forman una complementariedad necesaria.

A menudo la cultura urbana ha explotado sin consideraciones el entorno natural del campo, ignorando el respeto hacia el medio ambiente y extrayendo de él el mayor provecho a corto plazo. La población del campo cede ante la avalancha urbana y se pierden costumbres, valores y modos de vida tradicionales, más serenos y acordes con los ciclos de la naturaleza. Los ecosistemas, preciosos patrimonios de la humanidad y del planeta, se resienten y van retrocediendo, acorralados por un uso a menudo abusivo del terreno y el medio.

Sin el campo, la ciudad carecería de su principal fuente de abastecimiento y recursos. Los gobernantes y los ciudadanos deberían ser muy conscientes de que la cultura urbana se sustenta en una cultura rural y que, para asegurar el futuro de las ciudades, es preciso respetar y armonizar las relaciones con el campo.

En el plano humano, la imagen de autosuficiencia de las personas de las ciudades ha contribuido a favorecer una visión inadecuada de las personas del campo, atribuyéndoles falsos clichés. Se los tilda de ingenuos, conservadores, desconfiados y con poca visión de futuro, entre otros apelativos bastante injustos.

Ante esta actitud por parte de los ciudadanos urbanos, los habitantes del campo han reaccionado a menudo con una especie de alergia hacia los de la ciudad, expresándose en juicios de valor que denuncian el orgullo y la vanidad de aquellos.

Enriquecimiento mutuo

Sería deseable poder limar estas asperezas y reconsiderar estos juicios estériles de crítica mutua que no conducen a nada más que a añadir distancia a la posibilidad de un abrazo entre el campo y la ciudad.

Partimos una lanza a favor del entendimiento solidario para propiciar una profunda y fluida corriente de valores que ambos pueden aportarse mutuamente. Es decir, para mejorar las relaciones entre dos realidades que, bien armonizadas, pueden conducir a una gran riqueza, sostenible y respetuosa con el medio ambiente.

El campo ofrece al ciudadano estresado y alejado de sus raíces la posibilidad de reencontrarse consigo mismo en un espacio de libertad, idóneo para la contemplación y para llevar una vida apacible. Muchas son las personas que buscan este lugar de ocio, con verdadera pasión por la naturaleza. Por otra parte, la ciudad brinda los medios técnicos, científicos y culturales para el progreso humano, e incluso los acerca al medio rural, como las nuevas tecnologías de la comunicación.

Todos, aunque seamos de origen urbano, nos hemos podido adentrar alguna vez en la grandiosidad un paisaje montañoso que nos envuelve. Esto nos lleva a contemplar con sencillez y humildad el misterio que subyace en un entorno de belleza sobrecogedora.

En el campo también podemos valorar la exquisita sensibilidad de hombres y mujeres que, día a día, ajardinan con sus manos curtidas la creación.

Creo que, tanto la ciudad con sus recursos tecnológicos, como el campo en su equilibrio ecológico, han de abrazarse mutuamente y fundirse en un cántico de amistad, porque ambas realidades son necesarias para el crecimiento de la persona en su dimensión humana y espiritual.

domingo, julio 16, 2006

Silencio y estética

Silencio y estética son dos valores altamente estimados hoy. En medio de un mundo acelerado e inmerso en el estruendo, buscamos el silencio, la tranquilidad, la paz interior y exterior. La omnipresencia del ruido nos hace más acuciante la necesidad del silencio. En cuanto a la estética, es uno de los conceptos que más se repiten en nuestra sociedad. La búsqueda de la belleza, en todos los ámbitos, se convierte a menudo en un afán casi obsesivo que no siempre sigue derroteros acertados.

Silencio y estética son dos realidades que van íntimamente unidas. Buscando una se llegará a la otra. Para llegar a captar la belleza de nuestro entorno en todo su esplendor es preciso hacerlo desde el silencio contemplativo, sabiendo colocar un muro transparente entre el ruido exterior y nuestro mundo interior. Si no es así, será imposible captar la bella plenitud de las cosas. Sólo desde esa quietud íntima podremos percibir la música suave, ese lenguaje misterioso que emana cada corazón humano.

El silencio en soledad buscada es el espacio privilegiado donde el trascendente se recrea amorosamente en cada ser. Ayuda a potenciar la sensibilidad natural de cada cual y permite recuperar muchos matices de la realidad que el ruido mantenía ocultos. Desde la búsqueda y la práctica del silencio contemplativo la persona puede dar un sentido profundo a su vida.

El silencio es la actitud más humilde que existe ante la vida. Sólo desde la experiencia del silencio suave del corazón se puede sentir el murmullo cálido y tierno del artista que ha creado el universo y a cada ser vivo, único e irrepetible, tal cual somos, con infinita bondad e inconmensurable ternura.

El corazón humano culmina la obra de la creación: es la máxima belleza creada, la mayor obra de arte. Precisamente porque ya la lleva dentro, el ser humano tiende a buscar la belleza, que identifica con la felicidad. Experimentar la emoción estética es un encuentro con este absoluto que es el artista de nuestro propio ser.

miércoles, junio 14, 2006

La sabiduría pasa entre generaciones

Nuestras raíces

El crecimiento de la población anciana está aumentando a ritmo acelerado. En 20 años, la mitad de la población europea puede situarse por encima de los 60 años. Por tanto, nos hallamos ante un grupo de personas con un gran peso en la sociedad. Deberán buscarse formas para canalizar el enorme potencial de esta edad que constituye, en sí misma, un periodo prolongado y profundamente sorprendente.

A lo largo de la historia, los ancianos han aportado una gran riqueza a la familia y a la sociedad, con la experiencia del transcurso de su vida. Su incidencia ha favorecido la evolución de muchas culturas. Por este motivo muchos pueblos los tratan con profunda veneración. Los ancianos han sabido sacrificarse, más que cualquier otro grupo social. Han luchado, han trabajado, han producido, han amado y nos han engendrado. El bienestar del que hoy muchos disfrutamos es el resultado de su renuncia y su trabajo. Se han dado a sí mismos y han hecho posible nuestro presente. Sin ellos, no existiríamos. Siempre será poco cuanto podamos hacer por ellos, por su bien y su felicidad, en los años que les quedan de vida, para agradecer lo mucho que nos han dado a las nuevas generaciones.

Un caudal creativo sorprendente

Es un deber ético fomentar el impulso dinámico y creativo de los ancianos y orientarlos al servicio de su bien propio y de su comunidad. Ésta debe apreciar ese vino añejo y jovial, caudal de energía fecunda que, pese a sus arrugas, y aunque su rostro asemeje un árido desierto, puede esconder en el subsuelo de su inteligencia y de su corazón. Hemos de reconocer las aportaciones que se derivan de su experiencia, aunque no tengan la misma capacidad productiva que otros grupos humanos.

Los jóvenes necesitan aprender de ellos

Los viejos enseñan a los jóvenes a vivir su adultez y sus límites, pues un joven es un anciano en potencia. Y a todos nos enseñan a vivir con paz y serenidad, dando con alegría los primeros pasos hacia nuestra madurez y vejez. En una sociedad que valora excesivamente de la juventud, el joven ha de ser cauteloso para que esta misma sociedad no lo convierta en un competidor entre las masas, en una persona insatisfecha y sin escrúpulos, arrojada al vacío de una existencia sin sentido.

Ese culto exagerado a la juventud contrasta con una gran ignorancia acerca de la ancianidad, que es tachada como una época inservible. Ojalá los jóvenes sepan discernir con buen criterio su futuro, sin caer en la trampa del poder, de los falsos mesianismos y las débiles utopías. Que sepan dialogar con las generaciones que los preceden y ver su porvenir con mayor perspectiva. Que nadie encadene su libertad.

domingo, abril 30, 2006

Política y ONG

Asistimos a un estallido de iniciativas sociales extraordinario. Esto significa que existe una conciencia cada vez mayor de responsabilidad para mejorar nuestra sociedad. El bien real que están haciendo estos grupos intermedios –las ONG –queda patente.

La relación entre las organizaciones civiles y la administración pública es muy compleja y requiere una voluntad de entendimiento. Las administraciones deben entender que es necesario el fortalecimiento asociativo y el apoyo a las iniciativas ciudadanas para una mayor cohesión social y consolidación de la democracia. Muchos gobiernos ya hablan de ello y están lanzando políticas de fomento de la participación ciudadana para potenciar la cooperación entre la administración y la sociedad civil. Pero esto, en la práctica, no es tan sencillo.

Una de las dificultades en esta relación es la politización y el grado de control que se quiere ejercer sobre las ONG, sobre todo a través de las subvenciones. Es una realidad probada que los políticos en el gobierno favorecen a las entidades de su mismo color y tendencia. Estas entidades llegan a convertirse en estructuras para-gubernamentales, brazos políticos solapados que sobreviven gracias al nepotismo y, al mismo tiempo, ejercen una influencia política determinada en su entorno.

De la misma manera que el estado controla la gestión y la administración de las ONG, debería existir un mecanismo externo que controlara y diera cuentas de la gestión pública ante los ciudadanos. Muchos recursos, recaudados de la sociedad, no reciben el destino adecuado. Se da un enorme gasto público para destinarlo a actos propagandísticos y superfluos que sólo sirven para ensalzar la imagen de los políticos de turno. Otra gran parte del presupuesto público sirve para remunerar a los adeptos, personal con carné de partido, cargos de confianza o para pagar favores, es decir, para asegurar una masa social que garantice los votos y la reelección de los gobernantes. En el caso de las ONG, las ayudas otorgadas deberían seguir criterios muy rigurosos y favorecer aquellas que, realmente, contribuyen a un mayor bien social, independientemente de su color.

Algunas propuestas

¿Quiere el gobierno fortalecer a las ONG? Que pague las subvenciones a tiempo. Muchas pequeñas entidades se van a pique porque las ayudas concedidas llegan tarde, deben realizar sus proyectos, endeudándose, la mayoría no tienen recursos o avales para pedir préstamos y acaban desistiendo en su empeño. El estado necesita infraestructuras. También las necesitan las ONG para llevar a cabo su labor. Una persona necesita cobrar su salario cada mes para poder vivir. No puede esperar todo un año a que le paguen el salario, diferido, de doce meses.

Sería interesante que, como lo hace el gobierno español, las administraciones autonómicas y locales confiaran en la ONG y le pagaran las subvenciones antes de iniciar su proyecto. Si demuestran que no han empleado bien los fondos, entonces se les podrá exigir la devolución o el cese de actividad con justicia. Pero no se puede pedir a una pequeña entidad que avance cantidades elevadas de dinero que no tiene para realizar un proyecto social.

Desde las administraciones autonómicas y locales no hay verdadero interés político en reforzar a las ONG. Si lo hubiera, se buscarían los medios para poder apoyarlas con recursos de manera efectiva y puntual. Se malversan muchos fondos públicos. El caso más evidente son las obras que se hacen, se deshacen y se rehacen hasta tres veces, con el coste que esto conlleva. Con el valor de una sola obra pública innecesaria se podrían fortalecer y potenciar unas cuantas organizaciones y su labor durante varios años. Con una política austera y racional, de contención de gastos inútiles, quedarían muchos más recursos para destinar a las iniciativas sociales y no sería necesario retener estos fondos durante un año o más antes de abonarlos a las organizaciones beneficiarias.

Otra forma de apoyo sería llegar a un acuerdo con las entidades bancarias para facilitar avales y garantías y que los bancos pudieran avanzar las subvenciones a las ONG sin necesidad de otras hipotecas. Hoy día, una pequeña ONG sin patrimonio, sin avales millonarios y sin un gran capital no puede pedir un préstamo significativo y mucho menos un avance de las ayudas que le son otorgadas. Por tanto, las políticas actuales están provocando que sólo las grandes ONG, que ya tienen patrimonio y recursos, puedan solicitar préstamos –las que menos lo necesitan. Y están dificultando enormemente la supervivencia de muchas pequeñas y medianas ONG, que constituyen una auténtica base social. Las grandes ONG, en muchos casos, acaban convirtiéndose también en empresas y estructuras parapolíticas.

Una ONG a la que han otorgado una ayuda ya ha pasado por diversos filtros y controles que dan fe de su solvencia y fiabilidad. No tendría por qué pedir siquiera un préstamo. El estado y el banco deberían avanzarle esos fondos para permitir que lleve a cabo su proyecto. Y, si no es así, la administración es quien debería pagar los costes financieros del préstamo.

Respondiendo a posibles argumentos

Las administraciones pueden objetar en varios sentidos. Su primer argumento es: las ONG deben ser solventes y no vivir de la subvención. Es decir, que deben buscar fuentes de financiación alternativas a las públicas. Respuesta: así es, pero, ¿para qué existen las partidas sociales, como el IRPF? Y, en segundo lugar: ¿son solventes los servicios públicos? Si no lo son, ¿se clausuran o se interrumpe una actividad? ¿Quién sanciona al gobierno por la deuda en sanidad, por ejemplo? ¿Cómo la resuelven? Por otra parte, si no desean que las ONG dependan tanto del gobierno, al menos deberían ser eximidas del pago de impuestos. La obra social que llevan a cabo compensa con creces su aportación al estado y casi siempre supone un importante ahorro para la administración.

Otra objeción muy común es la siguiente: las ONG no tienen por qué hacer tareas que deberían ser propias del estado. Respuesta: no tienen que hacerlo, pero hay cosas que el estado no puede hacer, o las hace mal o le resultan muy caras y poco eficientes. Las iniciativas civiles suelen ser mucho más cercanas al ciudadano y más efectivas, por darse en ellas un componente vocacional más allá del ánimo de lucro, una sobriedad en los gastos, un gran realismo y proximidad a la gente de la calle. Un funcionario no puede sustituir a un voluntario o a un profesional vocacional.

Otro argumento: las administraciones locales y autonómicas alegan que dependen del gobierno central y que no disponen de la solvencia ni de los fondos necesarios en los plazos que querrían para poder pagar las subvenciones por anticipado. Se escudan lamentándose que tampoco disponen de los fondos necesarios. Respuesta: austeridad en los gastos locales y autonómicos. Y una administración eficaz. En teoría, un gobierno descentralizado debería servir para agilizar los trámites y, tal como argumentan los políticos, debería beneficiar a los ciudadanos más cercanos. No puede comprenderse que los fondos estatales tarden menos en llegar a las ONG que los procedentes de gobiernos locales. Si es necesario, estas administraciones deberían prever mecanismos financieros para poder pagar a tiempo a las organizaciones que esperan estas ayudas, de la misma manera que buscan el modo de pagar a tiempo sus propios salarios.

Llamada a los políticos

¿Queréis una sociedad vigorosa y fuerte? Apostad por los valores humanos y la solidaridad. Apostad, seriamente, con hechos reales, por el tejido asociativo. Porque así estaréis contribuyendo a un elemento integrador y equilibrador de la sociedad en todos los campos. Si una persona lo tiene todo pero no es solidaria, algo está fallando seriamente en nuestra sociedad. Corremos un grave riesgo de perder ese estado del bienestar que se ha conseguido con mucho trabajo altruista, con valores y con sacrificio. Las ONG serias y su pervivencia son un buen seguro para el futuro.

domingo, abril 02, 2006

Del noviazgo a la ruptura política

Una luna de miel truncada

Podríamos comparar la relación de los políticos con sus ciudadanos a un idilio, que comienza con románticos paseos y una luna de miel llena de promesas. Cuando un político da los primeros pasos en su carrera, supuestamente para hacer un servicio a la sociedad, la ilusión y el entusiasmo suelen caracterizar esos momentos dulces de cercanía a sus ciudadanos. Muchos políticos han comenzado militando en las bases de sus partidos, con una gran fe en sus idearios y proyectos, llegando a manifestarse contra el gobierno de turno y sin escatimar esfuerzos y sacrificios en la lucha por lo que creen.

Una vez llegado al poder, el político es como un recién casado que tiene ante sí la oportunidad de iniciar una gran aventura, oficialmente comprometido con sus ciudadanos. Una relación ideal se consolidaría, siendo cada vez más firme, más auténtica y sincera. Y, por supuesto, con mayor amor, es decir, con un grado cada vez mayor de generosidad y entrega al otro.

Por desgracia, muchas veces la realidad nos muestra otra cosa. Muchas parejas, habiendo paladeado la miel de los primeros tiempos, se dejan abatir por el cansancio, el aburrimiento, las preocupaciones cotidianas por la familia, el trabajo, la economía… El amor se enfría, dejan de escucharse y la relación acaba menguando y resquebrajándose. En el mejor de los casos, se aguantan. En el peor, rompen. Y aunque esa ruptura sea el menor de los males, por una imposibilidad de convivencia, por el camino siempre hay víctimas que sufren.

Valga este símil para explicar el grave desencanto del ciudadano hacia sus políticos. Aquellos que, en su momento, le cortejaron, le prometieron, le escucharon, le llenaron de esperanza y de proyectos ilusionantes, aquellos que le vendieron unas hermosas ideas de democracia y libertad, una vez llegados al poder, han echado a perder su “matrimonio” con la ciudadanía. Han abandonado su compromiso para concentrarse en la lucha por mantener su poder a toda costa.

Restaurar el compromiso, un deber

Una vez instalado, el político abandona a su “novia”, llámese la sociedad o la nación, y se desentiende de ella. Pasa el tiempo y su ego engorda, a la vez que se apega cada vez más al sillón. Su fin ya no es el bien común, sino su propio bien y el de su partido, que lo mantiene ahí. Y acaba confundiendo el bien particular con el común, la conveniencia del partido con la del país, la lealtad a su gobierno con la lealtad a la nación. El ciudadano es una novia engañada, defraudada y, en algunos casos, prostituida y utilizada. No es de extrañar que una buena parte de la sociedad, un alarmante 50 %, ignore el mundo político y vuelva la espalda a sus derechos y deberes democráticos. Las víctimas de esta ruptura siempre son los más débiles y los más desfavorecidos.

Si el político quiere recuperar ese amor perdido de la ciudadanía, debe pasar por una depuración de intenciones y revisar profundamente si la finalidad última de su opción es el servicio a la sociedad. De no ser así, la postura más coherente y valiente es la de abandonar el poder. Cuando el político crea de verdad en su vocación de servicio recuperará la confianza de la gente.

domingo, marzo 12, 2006

Los medios de comunicación, promotores de paz

La necesidad de un referente ético

Hoy nadie duda que, detrás de la complejidad del mundo mediático, subyacen posturas ideológicas que favorecen a determinados intereses políticos y económicos. Desde un punto de vista objetivo y científico seguramente podrían cuestionarse los fines que persiguen muchos mass media, que, en principio, se supone están al servicio de la sociedad.

Dado que los medios de comunicación están inmersos en un profundo laberinto de intereses pactados, se hace necesario apelar a un código ético que marque el límite de la información, sin subjetivismos a priori.

Por esto los medios han de contar con una autorregulación que contribuya a mantenerlos fieles a unos principios. Estas normas éticas actuarían como parámetro de conducta y deberían ser libremente asumidas.

Muchas veces ya no se trata de cuestionar la veracidad y la objetividad. Tengamos en cuenta que los medios son un arma poderosa que incide, a veces brutalmente, en la conciencia social y personal de muchas sociedades. Muy a menudo, los medios se convierten en la plataforma donde se libran encarnizadas luchas ideológicas que sólo favorecen el descontento social, el miedo y la desconfianza. Por tanto, de manera urgente y radical, sin balbuceos, es preciso que los profesionales de este ámbito se tomen muy en serio su código deontológico.

Al servicio de los ciudadanos

El mundo de las comunicaciones está cambiando a pasos vertiginosos. Las telecomunicaciones, Internet, la telefonía móvil y las múltiples opciones interactivas que permiten hoy las tecnologías están afectando profundamente a la prensa y la televisión, los grandes medios tradicionales. El efecto social más inmediato de esta etapa de cambios es una creciente sensación de incerteza, temor y confusión. Para salir de este torbellino hay que apelar a la credibilidad y a la responsabilidad de los medios.

Los ciudadanos merecen una prensa y unos medios libres, plurales y críticos, capaces de dialogar con la ciudadanía y de responder a sus inquietudes con fluidez, transparencia y criterios éticos. Debe tenerse en cuenta el rigor, la honestidad, la veracidad, y no confundir los hechos con las opiniones. Pero aún hay más. Los medios no sólo deciden cómo transmitir una noticia, sino qué noticias quieren ofrecer. En esta selección, un criterio debería prevalecer siempre como valor máximo: el respeto a la intimidad de la persona, a sus sentimientos, a sus creencias y, en definitiva, a su dignidad.

domingo, febrero 26, 2006

La democracia madura

Rescatar el sentido genuino de la democracia

La evolución histórica, en sus vaivenes sociales, ha ido configurando nuevas formas de convivencia humana. Ya los filósofos de la antigua Grecia afirmaban la necesidad de organizar la polis de una manera determinada. Llamaron a esta ciencia política.

Hoy, lejos de esta apreciación filosófica, la política ha caído en la espiral de una tenaz lucha ideológica por la consecución del poder. La afirmación del poder ideológico como abstracción se convierte en instrumento de una enfermedad muy propia de la especie humana, la ambición insaciable y el deseo incontrolado de mandar. Desde la psicología se han realizado estudios muy interesantes sobre esta cuestión, que darían pie a redactar otros artículos.

Las promesas mesiánicas de los políticos, que ofrecen nuevas alternativas a los problemas sociales, a menudo no son otra cosa que demagogia movida por la falacia del poder. Por ello, muchas personas se sienten desencantadas y optan por ignorar el mundo de la política o por abandonar una participación más activa en la vida de sus comunidades.

¿Cómo recuperar el sentido etimológico de la palabra política, lejos de las manipulaciones personales y de los colectivos sociales, para que llegue responder a las inquietudes del hombre? ¿Cómo conseguir que vuelva a favorecer una proyección social del ciudadano, basada en una auténtica solidaridad?

Vivimos una era de cambios

En el mapa político de Europa, vemos cómo las sociedades occidentales han ido caminando hacia esta madurez que necesita toda estructura política, pero aún quedan pasos de gigante para llegar a materializar la esencia de la democracia.

En muchos países han muerto las ideologías que sostenían una forma política que anulaba la libertad de las personas. Hemos asistido a la caída del comunismo como estructura ideológica y como alternativa social y económica. Este acontecimiento histórico que ha incidido de manera trascendental en nuestro mundo nos sitúa ante nuevos retos, no sólo a los países del Este, sino al resto de Europa.

¿Hacia dónde caminamos? ¿Qué nuevas leyes históricas rigen la sociedad de hoy? Desde hace unos años, nos encontramos en el nacimiento de una nueva configuración social y política que, paulatinamente, está afectando a todo el planeta. Este proceso de evolución está provocando tensiones ideológicas que enfrentan a aquellos que viven sumergidos en la lucha por el poder. El precio de estos conflictos, sin embargo, lo están pagando millones de ciudadanos que contemplan, desconcertados, cómo la clase política debate sobre cuestiones superficiales que no abordan las preocupaciones reales de las gentes.

Pensar y vivir de acuerdo con unos valores

Sería deseable reencontrar el sentido auténtico de la democracia y que ésta fuera penetrando en nuestra mentalidad, configurando una nueva ética política basada en la auténtica libertad personal y social.
Un paso adelante y necesario es permitir que las personas no solamente puedan pensar como quieran, sino también vivir como piensan, responsablemente. Esta es la madurez de la democracia. En este sistema, las personas no serán manipuladas con un voto con el cual reforzar ideologías que encubren ambiciones, sino sujetos con capacidad de diálogo y de decisión en los asuntos sociales y políticos. Cuando la política llegue a contemplar el presente real de cada persona y su libertad inalienable para vivir acorde con sus valores, habrá llegado a su plenitud. Entonces será llamada democracia en libertad.

domingo, febrero 12, 2006

¿Escuchan los políticos a los ciudadanos?

¿Con quién dialogan los políticos?

Muchas veces asistimos a diferentes debates sobre cuestiones que afectan al equilibrio de la vida política, como el del estatut u otras leyes. Hay un trabajo maratoniano para llegar al consenso entre políticos. Se llega incluso a acuerdos forzosos con el fin de mantener cuotas de poder, bajo discursos como el amor a la patria, la lucha por una mejor educación, los valores de la democracia, la libertad y otros.

No sucede lo mismo cuando el político tiene que hablar con la sociedad civil. La interlocución con la ciudadanía no es fluida como lo es entre los grupos políticos. La sociedad es muy plural y a la clase política se le hace difícil dialogar con la diversidad ideológica, especialmente cuando un sector de los ciudadanos no comparte su mismo discurso. Nos estamos refiriendo a la capacidad de escuchar de nuestros gobernantes.

¿Por qué cuesta tan poco llegar a un consenso entre partidos, que incluso llegan a pactar con la oposición, y en cambio es tan difícil llegar a un acuerdo con otros grupos de opinión surgidos de la iniciativa civil?

Bajar del pedestal a la calle

No todo se puede solucionar desde el Parlamento y las instancias gubernamentales. El estado no puede regir todos los aspectos de la vida ciudadana. Los gobernantes deben bajar de su púlpito y de su escenario político para aterrizar en la calle y hablar con sus conciudadanos. Una buena parte de nuestra sociedad no vota, pero los gobernantes elegidos lo son de todos, incluso de los que no les han apoyado electoralmente. Un buen gobernante con criterio ético también debe velar por los intereses de esta parte de la población. Como mínimo, debería escucharla.

Muchos problemas tendrían solución si se abordaran, no sólo desde los sillones de un despacho, sino a pie de calle, hablando con la gente y escuchando sus inquietudes. En nuestro país se da una gran riqueza asociativa de tendencias muy variadas. El mundo asociativo tiene su opinión, fundamentada la mayoría de las veces en la experiencia real, sobre muchos temas que afectan a millones de ciudadanos. ¿Por qué el gobierno no los escucha más? ¿Tienen miedo nuestros representantes a bajarse del pedestal y a descender a la cruda realidad? Desde arriba no siempre se perciben las cosas en su justa perspectiva, es preciso descender para contemplarlas desde un plano horizontal. La capacidad de diálogo de un gobierno no puede medirse sólo por su habilidad para negociar con la oposición, sino por su capacidad de escucha y de atención a los movimientos de la sociedad civil. Porque, a veces, los políticos priorizan temas que no responden a las verdaderas y más profundas preocupaciones de sus ciudadanos. Lo que se nos anuncia desde los grandes medios de comunicación o desde las arenas políticas no siempre coincide con las auténticas inquietudes de la gente.

No se puede frivolizar con las leyes

Pongamos por caso el tema de la educación. Se polemiza sobre ella y se utiliza como arma política entre partidos y, en cambio, se ignora la voz de miles de padres, maestros, educadores, movimientos de familias, universidades, instituciones e intelectuales de talla que son los que realmente tienen algo que decir en este ámbito. No se deberían hacer leyes motivadas por argumentos políticos o defensores de ciertas ideologías, sino fundamentadas por sólidos estudios contrastados y realizados por expertos competentes en la materia, y también en respuesta a una demanda justificada.

Sería interesante examinar la oportunidad de muchas leyes promulgadas, sometiéndolas a referéndum popular, para detectar si realmente la sociedad aprueba lo acordado por los políticos o está realmente interesada en esos temas. No se puede frivolizar sobre temas tan transcendentales como la educación empleando las leyes como instrumentos de poder.

Lecciones de historia

La historia nos enseña con ejemplos ilustrativos. En la República de Roma, un régimen un tanto similar –salvando las distancias –a nuestras democracias de hoy, se daban pugnas políticas que recuerdan vivamente nuestro panorama contemporáneo. Las leyes iban y venían al criterio de los senadores que detentaban el poder en un momento dado. Por supuesto, todo se votaba, como hoy. ¿Cuál fue el fin de la república romana? Todos lo sabemos. Después de un periodo de expansión exterior y al mismo tiempo de inestabilidad interior, acabó con los célebres triunviratos y, finalmente, con el Imperio, una forma solapada de gobierno autoritario y concentrado en unas pocas familias.

Sirva este ejemplo para alertar a nuestras modernas sociedades occidentales. Si nuestros políticos no escuchan al pueblo, acabaremos viviendo bajo una dictadura disfrazada con tintes democráticos que utilizará el lenguaje de la libertad y los valores humanos para encubrir la feroz ambición propia de una casta política sin conciencia.

domingo, enero 29, 2006

Un salto necesario de la democracia

La fragilidad de la democracia

Democracia es una palabra que para muchos se ha convertido en un talismán, un conjuro que equivale a la solución para arreglar todos los problemas. Para otros, sometidos en algunos países a regímenes dictatoriales, es el objetivo anhelado, perseguido con ansia cuanto más difícil de alcanzar parece. Para muchos otros, es un faro en el horizonte que señala el buen puerto, el lugar hacia donde se debe llegar. Esta palabra llega a revestirse incluso de ribetes casi sagrados. Convertida en algo infalible pueden llegar a cometerse a su sombra grandes excesos, desde la caída en desgracia de sus propulsores hasta la vulneración de muchos derechos humanos. La democracia ha sido erigida como diosa, fruto del triunfo del estado de la razón. Una vez ensalzada, ha ido devorando a los hijos que ha engendrado en oleadas sucesivas y ha acabado dando a luz a imperios gigantescos movidos por la ambición de unos pocos: desde el napoleónico hasta las modernas superpotencias capitalistas.

A causa de esto, la democracia tal como es ahora, fruto de la del siglo pasado, está herida. Sí, vuela con muchos balazos en las alas y es urgente que sea reparada para que pueda levantar el vuelo hacia la amplia libertad que le corresponde.


Una dictadura sutil

La democracia no debería encubrir dictaduras sutiles, como las establecidas por el confuso concepto de “mayoría”. ¿Por qué quienes salen elegidos en unos comicios, supuestamente correctos, que consiguen una mayoría más o menos relativa, han de someter a toda una nación a unas normas sociales, económicas, culturales, etc., contrarias al parecer de muchos ciudadanos? ¿Por qué las democracias no pueden articular un pluralismo, no sólo de pensamiento, sino también de realización práctica?


Vivir acorde con sus valores: derecho inalienable del ser humano

Las personas y los diferentes cuerpos sociales no sólo tienen derecho a pensar y a expresar aquello que honradamente creen en conciencia, sino que también –y sobre todo –tienen el derecho a vivir coherentemente con aquellos valores en que creen. Cada grupo debería tener el suficiente espacio de libertad como para poder organizar su vida como desea y con los criterios que juzgue más convenientes para ellos, con un límite evidente: respetar siempre la manera propia de pensar y de vivir de los otros grupos y personas. Los humanos sólo tenemos una vida y tenemos el derecho –y el deber –de vivirla lo más plenamente posible.

Sólo desde este salto cualitativo la democracia podrá madurar y consolidarse. Dejará de esconder solapadas dictaduras, entre ellas, la más sutil de todas: la de las mayorías. Y se convertirá en una auténtica garante y defensora de la vida real y plena de todas las personas y grupos sociales.

viernes, enero 06, 2006

Una visión diferente de la fiesta de los Reyes Magos

La fiesta de los que buscan

La fiesta de hoy es la fiesta del encuentro del hombre con ese Dios humano que es Jesús Niño. Los magos eran sabios que buscaban el sentido del universo tras el conocimiento y la ciencia. Y en su búsqueda encuentran un bebé. La estrella que los guía sólo se detiene ante un niño.

Esta es la fiesta de todas aquellas personas, incluso no creyentes, que buscan insistentemente y no se rinden. Indagan para encontrar el sentido a la vida, y Dios lo revela en su plenitud. Es la búsqueda de Dios y también es la espera de Dios, que aguarda al hombre. Esta fiesta interpela a los científicos. Detrás de la hermosura del universo y de las fórmulas matemáticas se esconde nada menos que un niño pequeño. Descubren, al final, la humildad. Es un gran hallazgo: sin humildad, el horizonte de toda búsqueda nunca será claro.

En su búsqueda de la felicidad humana, los magos llegan hasta Dios, que es la fuente misma del amor. Una búsqueda que no vaya orientada a lo que hace feliz al ser humano, a su bien, a su servicio, será estéril o inútil. La ciencia debe estar al servicio del amor, del bien y de las personas. Cuántas veces idolatramos otras cosas, incluso a nosotros mismos. Es el Niño Dios a quien debemos dar culto, pues sólo él nos ayudará a encontrar lo que buscamos.

Los cristianos ya hemos encontrado la estrella, que ya ilumina la Iglesia. Es una estrella diferente: la del amor, la caridad. Hemos de ser estrella, foco, luz. Antes fuimos como los magos, buscamos y alguien –una madre, un catequista, un sacerdote... – nos guió hasta encontrarnos con Jesús. ¡Qué dicha más grande! Dios se hace vida y ahora se nos hace presente para siempre a través de la Eucaristía. La luz de Dios se convierte en alimento, en vida espiritual. Recemos por las gentes que buscan y no encuentran, errando por el camino, hundidas en el abismo existencial, intentando hallar un sentido a su vida. Nosotros tenemos la dicha de haberla encontrado.

El sentido cristiano del regalo

Los tres regalos de los magos a Jesús simbolizan diferentes aspectos de la vida humana. El oro es el valor del esfuerzo, del trabajo, de los bienes materiales. El incienso significa la vida espiritual, la proyección hacia el trascendente, hacia el infinito. La mirra, hierba aromática empleada para la curación, es signo de la salud, necesaria para el servicio, el amor y el bienestar. La salud y el cuidado del cuerpo y del espíritu también son un gesto de generosidad hacia los demás.

Pero el gran regalo de esta fiesta es Dios, que se nos da. Nosotros también hemos de convertirnos en regalos para los demás. Podemos regalar tantas cosas que son necesarias para vivir: desde saber escuchar, caricias, ternura, amistad, compañía...

La sociedad parece querer arrebatar el sentido religioso de esta fiesta. Las compras compulsivas y el ritmo que se impone en la calle nos arrastran. Ojalá muchos esfuerzos que se dedican a comprar regalos se gastaran en algo que valga la pena. Invirtamos en aquello que realmente hace feliz a la persona. En regalo expresa algo más que el simple objeto: es señal de cariño. Pero lo más importante no son las cabalgatas y los regalos, sino descubrir que nuestro tiempo también debe convertirse en un regalo para los demás. No perdamos el sentido religioso de esta fiesta. Estamos celebrando precisamente la humildad de Dios, que se hace niño. Celebramos su sencillez y sobriedad, la pobreza. En cambio, caemos en la vorágine y el culto consumista, que nos roban con un zarpazo el sentido de la fiesta.

El mejor regalo es dedicar tiempo a los que amamos: nuestra familia, nuestros amigos, nuestra comunidad... Se está paganizando una fiesta religiosa. No olvidemos que estamos celebrando que Dios entra en nuestra vida: esto es lo más importante.

domingo, enero 01, 2006

María, germen de la Iglesia

Una mujer, madre de Dios

La Iglesia dedica el primer día del año a María, Madre de Dios. Esta afirmación tiene profundas consecuencias teológicas. Una mujer es madre de Dios. La teología cristiana otorga un papel fundamental a la mujer.

María siempre está abierta. Es imagen de la humanidad que acoge a Dios en su historia. Con el sí abierto al plan de Dios, María se convierte en un paradigma de mujer nueva.

Afirmar que es Madre de Dios lleva implícita otra afirmación: María es Madre de todo el género humano. María es la nueva Eva. Su maternidad alcanza a los cristianos y a los no cristianos, creyentes o no creyentes. Por eso en ella, en su ser madre, está el germen de la Iglesia. La Iglesia nace con María.

María es el espejo en el que debería mirarse la Iglesia. ¿Cómo es María? María sabe escuchar, saborea el silencio, siempre está receptiva, sabe acoger, es contemplativa, es solidaria, sabe cantar y alabar a Dios. Esta debe ser la imagen de la Iglesia.

Una Iglesia más femenina

María es un puntal en la nueva evangelización. Ante una situación social de rechazo o de indiferencia en la que la propia Iglesia está en entredicho, ante muchas personas desorientadas que necesitan referencias, María arroja luz sobre lo que debe ser la función de la Iglesia en el mundo. La Iglesia, principalmente, ha de ser madre. Ha de ser cálida, acogedora, entrañable, comprensiva, consoladora, motivadora y aglutinadora, vínculo de unión entre las personas. La Iglesia necesita feminizarse y ser, como una madre, dulce, tierna, atenta a las necesidades de sus hijos, activa, valerosa y esperanzada. Ha de llevar la esperanza alegre de la mujer y su capacidad de alabanza al mundo.

La Iglesia somos todos los bautizados –no sólo la institución o la jerarquía eclesiástica. Por tanto, todos tenemos un germen de María en nuestro interior. Todos estamos llamados a acoger y a tener ese espíritu maternal hacia nuestro mundo, tan necesitado. Hemos de ser engendradores de alegría. Tenemos dentro a Dios, como María, y no podemos guardarnos ese tesoro dentro. Somos amados por Dios, pero muchos lo ignoran. Nuestra misión es salir afuera y proclamar esta buena noticia a los cuatro vientos. El mundo ha de oír nuestro Magníficat.